En los tiempos de la Colonia, la gran cantidad de hacienda cimarrona, que se reprodujo abundantemente en la pampa tras la primera fundación de Buenos Aires, dio lugar a las llamadas “vaquerías”. Gauchos montados a caballo salían a voltear vacas de las que solo interesaba el cuero y un poco de grasa. De la carne solo se aprovechaba la que consumían los gauchos al momento de la faena, el resto era alimento para los perros cimarrones o se podría en el campo.
La implementación de los saladeros permitió la conservación y el interés por la carne fue en aumento. Esto llevó a la organización de los corrales de abasto, mataderos en los que se faenaba a los animales de un modo controlado, evitando la matanza de animales robados e instrumentando medidas de higiene.
Ya en los primeros años del pueblo encontramos que la Municipalidad percibía mensualmente $ 846,50 por derechos de abasto y el comisario de corrales percibía un sueldo de $ 400.
Llegado el siglo XX, en la Memoria Municipal de 1906 (1), se aprecian los importantes progresos alcanzados en esta materia priorizando las medidas referidas a la salud pública y el control del trabajo de menores en ese ámbito insano. Decía el Intendente Emparanza en la citada Memoria: (más…)